Suaves cosquillas

Ya he entendido el mecanismo de la escalera de bajada.

Isidro Ferrer

La alfombra fue de los últimos objetos que metí en la caja. Se me quedaba fría la madera desnuda, pero no sabía muy bien cómo resolverlo. Además, al ser una caja de recuerdos hecha para los sentidos, el tacto no tenía un objeto propio hecho expresamente para tocar.

Estando de viaje en Asturias con Jesús, vimos en un escaparate cerrado lo que parecía ser la alfombra perfecta. Al día siguiente por la mañana, antes de marcharnos, volvimos a pasar por la tienda. Dudamos sobre el color, pero enseguida nos decidimos por éste. Era el tacto más suave y acogedor que podía habitar nuestra caja.

El amanecer que nos despedimos de Félix, la espuma de las olas nos hacía cosquillas en los pies. Nos abrazamos fuerte, con los ojos cerrados, y nos imaginamos que era él jugando.

Aunque tocar la alfombra no sea exactamente igual, el parecido puede ser razonable.